sábado, 10 de enero de 2009

Hoy he decidido salir del armario. Hoy, un día cualquiera de cualquier día inmerso en una crisis galopante donde lo menos importante es lo que sienta el ciudadanito de a pie, he decidido salir del armario, ese en el que estamos escondiditos casi todos los seres humanos por una u otra razón. Ese del que se han apropiado injustamente los homosexuales, que de tanto presumir de serlo son, creo, algo más que el resto de los mortales que no somos casi nada. A lo peor no somos, por no ser casi nada, ni siquiera homosexuales, y sólo somos simplemente mil sueños imposibles, mil expectativas poco mas que irrealizables pero con la pretensión, sueño imposible, de que alguna vez los sean y nos toque por fin, no ya la pedrea, que esa es la ilusión de los desesperanzados, sino el tercer premio, que sea lo que sea, seguro que sin permitirnos dejar de ser lo que somos nos podría permitir resolver otros mil problemas de menor calado.
Ya, ya sé que empiezo con mal pie. Que nada se consigue con meterse con los demás. Que debo ser humilde, contrita, racional, correcta política y socialmente. Pero, ¿es que de verdad alguien se cree que siendo así algún otro me va a tener en consideración?
Hoy salgo de mi armario para gritar a los cuatro vientos algo tan tonto como que quiero vivir; que quiero vivir como imagino que se debe querer vivir, que no es como viven quienes no viven, ni tampoco como quienes viven sin vivir aunque se lo parezca a los demás; en fin, que quiero vivir más allá de lo que literariamente es posible; más allá de lo que es capaz de imaginar la imaginación mejor intencionada, pero más acá de la realidad que no me interesa para nada porque ya me la conozco de memoria; es decir, en el punto exacto entre lo que es y lo que infantilmente quisiera que fuera y que sé, como no podría ser de otra forma, que no será.
Hoy salgo del armario. Que pena me doy.

PD. Seguramente no tendré nada que decir. Y si no tengo nada que decir, no diré nada; que no me gusta molestar. Pero tengo un hermano pequeño, y eso no es una virtud, es un simple hecho, y ese hermano pequeño escribe, según creo, como dios. Si no se me ocurre nada que decir transcribiré sus textos – lo aviso-. No trataré de llevarme la gloria. Simplemente de decir, sin escribirlo, lo que seguramente hubiera dicho pero otro se me adelantó. Ya, ya sé, eso no vale, pero, ¿no vale para quién, si vale para mi?

3 comentarios:

calimatias dijo...

Los designios de nuestra razón son inescrutables. ¿O se trata de nuestra sinrazón?
Decide salir del armario, querida Isadora, un día cualquiera, pero inmerso en una crisis galopante... No le voy a preguntar sobre eso. Su pretensión manifiesta de una vida más allá de la imaginación y más acá de la realidad la coloca en el país de nunca jamás. Si además pretende preservar los modos y maneras de la infancia inocente el lugar al que desea llegar es único y exclusivo, de su absoluta propiedad. Es vida para usted, sólo para usted. A lo mejor se sustenta en el deseo de lograrla. Puede que exista y se pierda con la misma facilidad. Por eso supongo que el tintero del tiempo sólo sirve para emborronar la imagen oportuna en lugar de clarificarla.
Estamos de enhorabuena.
Celebro su salida del armario.

Isadora dijo...

Me coloca exactamente donde usted dice, mi querido Calimatias, en el país del nunca jamás, y, una vez allí, ese estar sin estar me convertirá en simple ensoñación, y me liberará de cualquier responsabilidad en la que pudiera incurrir por reproducir lo que no estoy autorizada para ello.
Compruebo que usted lee como debe hacerse. Mis felicitaciones.

mangeles dijo...

Bueno, vale, salga del armario, pero no cierre la puerta. A mí siempre me ha gustado meterme en los armarios. Un lugar donde se puede uno aislar del agobiante mundo familiar. Se me había olvidado....hace tantos siglos...pero juer...lo que agobia la familia verdad¿?

Encantada de leerla Isadora. Y encantada de leer a su hermano pequeño si llega el caso. Vd. aprovechese del enano, que para eso sirve un hermano ¿no?