¿Relación o contienda?
Leo que las mujeres “encajamos y encajamos y ganamos por los puntos”*Evidentemente sacada esta frase de su contexto no parece decir todo lo que su autora, con seguridad, quería decir, pero, a pesar de ello, sirve perfectamente a mis propósitos, y se la tomo prestada, con todo el respeto a los derechos de autor que pudiera tener sobre ella, para la presente reflexión.
Por supuesto que no voy a entrar al trapo de si mujeres y hombres somos o no iguales partiendo, como parto, de que hoy casi todo se reduce a meras cuestiones puramente semánticas, y que es así porque es lo más fácil cuando en ningún caso se tiene la voluntad real de rectificar la historia. Por supuesto que no voy a entrar. Esa labor se la dejo a nuestros políticos para que justifiquen sus emolumentos y demás prebendas, asegurando, no obstante, que jamás pondría en duda la licitud de los mismos si su labor fuera, que en ningún caso lo es, medianamente coherente y mínimamente encaminada a resolver los problemas reales. Y como no voy a entrar en tales cuestiones, simplemente afirmo, diga lo que diga el BOE, que yo si creo que todos, absolutamente todos, miembros y miembras, somos iguales. Y que lo somos, y si no lo somos lo seremos y continuaremos siéndolo si tenemos las mismas oportunidades, siempre que se nos juzgue exclusivamente por nuestra valía, y cuando hayamos superado ya de una vez y para siempre complejos y prejuicios. Y lo seremos aun más de verdad cuando tal pretensión no quede tan sólo reflejada en la exposición de motivos de normas legales que al marcar diferencias para anularlas, lejos de corregir las existentes, simplemente invierten su sentido direccional y potencian con ello la propia diferencia que pretendían evitar. Entonces si, entonces si convertiremos en real lo que hoy es tan sólo apariencia y simples fuegos fatuos; entonces sí seremos de verdad todo lo iguales que debiéramos ser Pero, ¿que seamos total y absolutamente iguales en todo y para todo? Pues, oiga, que no; que no me parece que lo seamos del todo, y bendita la diferencia si ella no nos hace volver a las andadas. Pero éste no es el tema. El tema del tema, que diría Moxó, estriba en que efectivamente la regla general parece ser la apuntada por la autora de la frase y en el contexto de la cuestión, que en toda relación entre seres humanos hay una evidente pretensión de ganar, y una gana por los puntos gracias a su proverbial paciencia y capacidad de aguante, y otro, menos fajador, también pretende ganar, que seguro que lo pretende, y termina dejando en evidencia su limitación y falta de consistencia abandonando su empeño al primer revés o propinando golpes bajos no permitidos por ningún reglamento del mundo y menos aún por el derecho natural que, entre seres humanos, suele ser, en muchas ocasiones, el menos natural.
No sé si el sentimiento es algo que surge de lo más profundo de nuestro ser, o si es el resultado lógico de una reacción puramente química. No sé si cada vez que me manifiesto no es mi ser racional, sensitivo, intuitivo, emotivo, analítico, racional, y aparentemente inteligente quien está reaccionando por decisión propia o, a lo peor, por voluntad inducida por estímulos externos, pero, a fin de cuentas, mediatizado o no, por aparente propia voluntad.
No se si todo empieza y todo termina porque es ley de vida, o si termina porque somos así, inconsistentes y caprichosos, incapaces de aguantar por mucho tiempo una misma mirada, o el calor de una mano, o un cierto descontrol en nuestra respiración, y el tiempo, que lo oxida casi todo, pone a cada cual en su sitio, regularizando cada una de sus funciones hasta convertirlas en lógicas consecuentes de nuestro natural amorfismo.
No, no lo se. Sólo se que si todo se reduce a ganar, me niego a participar en ese juego.
* Comentario de Leonor al punto 24 de Calimatias.
Leo que las mujeres “encajamos y encajamos y ganamos por los puntos”*Evidentemente sacada esta frase de su contexto no parece decir todo lo que su autora, con seguridad, quería decir, pero, a pesar de ello, sirve perfectamente a mis propósitos, y se la tomo prestada, con todo el respeto a los derechos de autor que pudiera tener sobre ella, para la presente reflexión.
Por supuesto que no voy a entrar al trapo de si mujeres y hombres somos o no iguales partiendo, como parto, de que hoy casi todo se reduce a meras cuestiones puramente semánticas, y que es así porque es lo más fácil cuando en ningún caso se tiene la voluntad real de rectificar la historia. Por supuesto que no voy a entrar. Esa labor se la dejo a nuestros políticos para que justifiquen sus emolumentos y demás prebendas, asegurando, no obstante, que jamás pondría en duda la licitud de los mismos si su labor fuera, que en ningún caso lo es, medianamente coherente y mínimamente encaminada a resolver los problemas reales. Y como no voy a entrar en tales cuestiones, simplemente afirmo, diga lo que diga el BOE, que yo si creo que todos, absolutamente todos, miembros y miembras, somos iguales. Y que lo somos, y si no lo somos lo seremos y continuaremos siéndolo si tenemos las mismas oportunidades, siempre que se nos juzgue exclusivamente por nuestra valía, y cuando hayamos superado ya de una vez y para siempre complejos y prejuicios. Y lo seremos aun más de verdad cuando tal pretensión no quede tan sólo reflejada en la exposición de motivos de normas legales que al marcar diferencias para anularlas, lejos de corregir las existentes, simplemente invierten su sentido direccional y potencian con ello la propia diferencia que pretendían evitar. Entonces si, entonces si convertiremos en real lo que hoy es tan sólo apariencia y simples fuegos fatuos; entonces sí seremos de verdad todo lo iguales que debiéramos ser Pero, ¿que seamos total y absolutamente iguales en todo y para todo? Pues, oiga, que no; que no me parece que lo seamos del todo, y bendita la diferencia si ella no nos hace volver a las andadas. Pero éste no es el tema. El tema del tema, que diría Moxó, estriba en que efectivamente la regla general parece ser la apuntada por la autora de la frase y en el contexto de la cuestión, que en toda relación entre seres humanos hay una evidente pretensión de ganar, y una gana por los puntos gracias a su proverbial paciencia y capacidad de aguante, y otro, menos fajador, también pretende ganar, que seguro que lo pretende, y termina dejando en evidencia su limitación y falta de consistencia abandonando su empeño al primer revés o propinando golpes bajos no permitidos por ningún reglamento del mundo y menos aún por el derecho natural que, entre seres humanos, suele ser, en muchas ocasiones, el menos natural.
No sé si el sentimiento es algo que surge de lo más profundo de nuestro ser, o si es el resultado lógico de una reacción puramente química. No sé si cada vez que me manifiesto no es mi ser racional, sensitivo, intuitivo, emotivo, analítico, racional, y aparentemente inteligente quien está reaccionando por decisión propia o, a lo peor, por voluntad inducida por estímulos externos, pero, a fin de cuentas, mediatizado o no, por aparente propia voluntad.
No se si todo empieza y todo termina porque es ley de vida, o si termina porque somos así, inconsistentes y caprichosos, incapaces de aguantar por mucho tiempo una misma mirada, o el calor de una mano, o un cierto descontrol en nuestra respiración, y el tiempo, que lo oxida casi todo, pone a cada cual en su sitio, regularizando cada una de sus funciones hasta convertirlas en lógicas consecuentes de nuestro natural amorfismo.
No, no lo se. Sólo se que si todo se reduce a ganar, me niego a participar en ese juego.
* Comentario de Leonor al punto 24 de Calimatias.
6 comentarios:
Sabía que además de muchas cosas había una pendiente de confirmación que se ha ido tal-cual, y de cualquier forma. Lo siento por mi admirado Quim Monzó, que no se merecía que pretendiera catalanizar innecesariamente su apellido.
Me gusta leerte y pienso como tú.
Saludos
vida es confrontación y pelea. Existe la guerra de sexos. Hombres y mujeres enzarzados en una pelea por la supremacía. También hay conflicto de razas y religiones. De afiliados a la política de partidos y entre la propia casta política, aunque estos últimos viven igual de bien siendo poder o alternancia. Hay confrontación entre los medios de comunicación y, si lo reduzco al territorio clase, la hay entre los propios alumnos. Todo se resuelve, es decir, no se resuelve nunca, tras la confrontación. Porque el derrotado tratará de ajustar cuentas a la siguiente ocasión. Ciñéndonos a lo que dice Isadora en alusión a las palabras de Leonor, es cierto que la clave está en la paridad, en la necesaria igualdad de oportunidades. Y cuando se ha estado cerca de lograrla las mujeres han resuelto mejor los enigmas y han resultado estar mejor preparadas. Es un hecho. No trata de explicar otra cosa. Se manejan mejor en el mundo doméstico y una vez han accedido al mundo exterior, al laboral, son tan competentes como el hombre, incluso mejores. Claro que también empiezan a comprender lo que eso significa para sus sentimientos y emociones de carácter afectivo.
Es una impresión personal. Sólo pretendo describir una realidad de las muchas posibles.
Vuelvo a la respuesta de Leonor al punto 24 y observo que se detiene en dos circunstancias:
1) La falta de respeto.
2) Ese desconocimiento de las más elementales reglas permite los abusos.
Estoy de acuerdo. No tengo tan claro que siempre deba responsabilizarse a los padres de las actuaciones de los hijos. Que el modelo adulto sirva de argumento último para la bajeza propia. Pero es cierto que la conducta adulta es observada y a veces repetida por los no adultos. El argumento de las familias desestructuradas es de uso habitual en los coloquios de los psicopedagogos y su caterva de imitadores. Todo sirve con tal de eliminar la responsabilidad de uno. Si hasta he oído hablar de delincuentes juveniles de diecisiete años como de “niños difíciles”. Se empieza desvirtuando el auténtico sentido de las conductas y se llega a justificar hasta el nazismo.
Ya sé que divago, pero Isadora ha dado hilo a la cometa, y ha tenido la deferencia de señalar el punto 24 de una historia que se hace a sí misma con toda la provisionalidad de que es capaz. Allí se describe un comportamiento ruin propiciado por un exceso de celo improductivo. Creo que tanto Malva como David son responsables a partes iguales. Aquí no hay ganadores. Y no los hay porque no hay nada que ganar. Si acaso los dos son serios aspirantes al derrumbe emocional. Él sufrirá menos porque es más ignorante y la ignorancia te afea la conducta pero no pretende cambiarte el carácter. Mientras que Malva es mucho más consciente y, por lo tanto, más responsable de su propio dolor.
No quiero desviarme mucho más de la cuestión planteada. Si los sentimientos son pura química, entonces todo está permitido. Tenerlos y no tenerlos. Violentar los ajenos. Manipularlos hasta el infinito.
En el punto 25 del tal Calimatías Isadora da con las claves expuestas previamente: pasión y cariño. Puede haber otras pero esas dos palabras nos sirven. Afirma que el cariño permanece mientras la pasión se desvanece. Tal vez. Proyectamos vivir una gran pasión y no somos capaces de aguantar siquiera su simulación. Requiere de demasiado esfuerzo y entrega. Y para subsanar ese desfallecimiento emocional, químico o sólo físico, se restablece el gen del cariño. Claro que, ¿qué es el cariño?, se pregunta Isadora. Ella misma se responde aventurando opciones a cual más desagradable. ¿Costumbre o miedo a lo desconocido? Una vez una persona me dijo: lo que te pasa para no afrontar los hechos es que tienes miedo a quedarte solo. No hablo de la soledad de unas horas. Hablo de la soledad del tiempo.
Y yo me pregunto: ¿nos acercamos a los otros por miedo a la soledad sonora? ¿Aceptamos abandonar la pasión para reclamar la ternura de un cariño insípido? ¿Seremos alguna vez hombres y mujeres ciudadanos de una misma convicción? ¿Podremos compartir algo más que unas cuantas horas al día?
Si Isadora acepta el proceder de Cris, yo no tengo nada que añadir. Adelante con el espíritu práctico, lo seguro y habitual, tenga o no fecha de caducidad. Pero me conmueve una vez más sus ansias de grandeza y justicia cuando ambas afectan al corazón y declara que se queda con Malva porque tiene aspiraciones, otras, las que sean.
Isadora, no haces bien en dejar las cuestiones semánticas a los políticos -apañados vamos- , mejor a la RAE y clamar por el respeto que ésta merece. ¿Respeto?, cosa insólita en los tiempos que corren. Los políticos pueden justificar emolumentos y demás prebendas en el ejercicio de otras incapacidades y falacias más propias de su estrechez de miras, y para las que se hallan más preparados. Serían, en todo caso, labores propias de su fauna, o dicho más respetuosamente: de su especie.
Nada puedo aportar al tema de la igualdad de sexos, pero sí decir que estoy convencida (por políticamente incorrecto que resulte) de que las mujeres somos egregias detentadoras de todo poder, aunque no lo sepamos.
Isadora, he leído todo lo que has escrito en tu blog y estoy convencida de que no tienes alma de mujer al uso, ni siquiera de hombre. Vas mucho más allá: tienes alma.
Me sorprendió, y te envido insanamente, por tener el privilegio de contar en tu blog con la presencia de Calimatías, un desconocido cuya prosa admiro.
Gracias por tu visita y por el reconfortante: “felicidades en todo caso”; es como si nos conociéramos desde siempre.
Un abrazo desde el quicio del armario y la dulzura de las crisis galopantes
Iguales no: equivalentes.
Ninguno somos igual a otro. Si me apura, ni siquiera somos iguales a los nosotros mismos de años atrás, del mes pasado, de la semana anterior, o incluso de hace un rato.
Pues esto mola. A ver si hago otra afirmación en el blog de Calimatias y se forma otro debate como este, que me ha encantado.
Isadora, tiene todas mis frases y comentarios a su disposición.
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