domingo, 6 de junio de 2010

Si titulo

Me levanto cada mañana con una cierta pereza y su poquito de angustia al iniciar una nueva jornada porque vaya usted a saber lo qué nos pueda deparar el nuevo día por meritos propios o por otras mil razones ajenas, que de todo debe haber. La vida no es nunca tan encefalograma plano como parece ser a priori o como somos –, sin parecerlo,- algunos de nosotros que la transitamos deshonrándola hasta lo inimaginable. Bueno, la realidad es que mi pereza –, una de mis sin razones, - es una peraza artificial y posiblemente poco racional, aunque mi miedo –, la otra de mis sin razones, - responda siempre a distintas motivaciones ciertas y contrastadas por sucesos ya experimentados en carne propia, lo que siempre deja su propia huella guste o no guste. Pero a lo que iba. Me encanta también saber, sea cual sea la razón merecida o inmerecida que lo motivara, que pudiera haber en cada mañana acontecimientos imprevisibles por vivir pese a que yo sea una enferma crónica de la previsión. Una especie de pretensión de querer por querer aun no queriendo y no querer por ser consciente de no merecer por haber hecho siempre las cosas medianamente bien o como dios manda o mandaba cuando mandaba, que ahora no parece mandar demasiado. De no permitirme el lujo de dejar flecos sueltos y sin embargo confiar que haya alguno que me permita sufrir, porque es sufrir, que la respiración se me acelere y experimente una especie de ahogo físico que me genere además una cierta taquicardia emocional. Una especie de estar sin estar en ninguna parte pero con la sensación, con su punto de angustia desestabilizadora, de estar en todas las equivocadas y a la vez.
Me da un cierto miedo abrir los ojos, según digo, y es una autentica imbecilidad escribir lo que escribo porque no da demasiado de sí tal cual es mi forma de pensar o de afrontar la realidad y mi confianza última de que algo ocurra, sabiendo como sé que si eso aconteciera siempre sería negativo y desestabilizador. Lo que debiera darme miedo es no abrirlos, que es la otra posible opción, y la verdad es que nunca me ha dado miedo tal posibilidad, total ¿cómo podemos remediar lo irremediable? Y si lo es, ¿para qué perder el tiempo preocupándonos de ello? Seguramente otro día más lúcida hablaré de mi miedo o no a no abrir los ojos, pero hoy no, hoy lo que me motiva en un sentido y a la vez en el contrario es el hecho de abrir los ojos y sus posibles consecuencias, hecho que ya en sí mismo es más que suficiente y se las trae.
Mi vida es la sempiterna sensación de la contradicción y de la inconsistencia transcendente de los inconformistas acomodaticios. Busco con toda mi alma estabilidad, confortabilidad, consistencia, y sin embargo estoy más preparada para lo imprevisible y hasta para lo negativo que pudiera exigirme un mínimo de contestación y reacción. Es como si mi vida me exigiera estímulos permanentes para mantenerme distraída de lo cotidiano y a salvo de la inconsistencia de esa cotidianeidad a la que me refiero. Y lo cotidiano además de satisfactorio, en el concepto general de los conceptos, fuera manifiestamente insuficiente en el particular y propio de los mismos conceptos. En fin, que en este maremágnum de las ideas si fuera más simple de lo que soy podría sentirme medianamente satisfecha por creer percatarme de lo obvio, pero también se han debido percatar un montón de personas antes que yo, lo que les ha llevado, seguro, a convertirse a algunos en ilustres delincuentes, sujetos manifiestamente antisociales, drogadictos en fuga libre y un sin fin de marginados y tarados por decisión propia o culpa ajena, que de todo debe haber, e incluso yo también aunque pendiente por el momento de catalogar.
En fin, que me declaro objetora de conciencia de mi misma, y además anuncio públicamente la próxima convocatoria a una huelga general de la que me voy a enterar con toda seguridad.
Sí, lo dicho; hoy no hay nada de nada y mañana más de los mismo, que para los que somos es más que suficiente. ¿No?

Pd. El silencio es cada vez más espeso y las ausencias más dolorosas.
¿Sirena. Dry Gim. Tequila. Oyana. …? Incluso Gabriel Ramírez, pero él es novelista y ya se sabe que eso obliga a mucho.
A Calimatias jamás le dedique ni una sola palabra, me daba vergüenza y me faltaba consistencia.

2 comentarios:

tequila dijo...

Buenas Isadora:
Y quién no desea controlar lo controlable: lo propio, lo obligatorio o lo que nos da un cierto grado de estabilidad; y al mismo tiempo ansía la sorpresa, la frescura del hecho no imaginado que nos haga encontrar una razón , no ya para seguir viviendo ( gran sorpresa debiera ser), si no para sacarnos la sonrisa al recordar antes de cerrar los ojos del día vivido.
Habla de la necesidad de estímulos permanentes que la distraigan del ahogo de lo cotidiano, y vuelvo a comprender lo que dice, más aún cuando ese “cotidiano” es aceptado e incluso asumido por la mayoría, haciendo creer que una es un bicho raro (que lo soy).
No hay nada de nada? Mañana más de lo mismo? Ya no me atrevo a llevarle la contraria y sin embargo me niego a creerlo aunque los días me demuestren lo contrario. A veces me pregunto si no será que los demás saben algo que yo desconozco, si los días son como son porque no encuentro la manera de cambiarlos… No sé Isadora; usted siempre me hace pensar , aunque no publique con la asiduidad que me gustaría. (Siempre la leo, sólo que a veces no sé que decir)
Besos sinceros.

El Rey del metro dijo...

Alegado a Isadora (sin eximentes):

Si supiéramos lo que somos se rompería el encanto de querer ser círculo encerrado en cuadrado de conserva. Es la única aproximación a uno mismo que cabe donde no cabemos ni cabe nada. Todo está por hacer en cada respirar que creemos ser nuestro; en el mirar por otros otros a nosotros que suponemos nos acerca a nosotros mismos, de la manera como no sabemos qué hay un momento después de haber dejado de idear lo que pueda ser otro. La ventaja de no ser nunca, ni estar jamás dentro de uno mismo, es que se puede ser todo sin sentir la menor satisfacción ni contento al efecto. La vida es destruir lo que, errónea, casposamente, incorporamos como cierto en denuedo, y luego seguimos a ultranza y con la boca afuera como beodos tragando el pasado que ha disuelto nuestros pasos por simple compasión dolosa. Demasiada está la cosa en que nada nos roce, una vez nada pende de nosotros ni somos badajo del recuerdo. Todo está tras de nosotros; perdido y fuera del alcance incombustible de todo acierto como desacierto: en las antípodas flamígeras de la nada en salmuera; en la dimensión que nunca inventarás tanto como cuando no pienses en ello.