Pierdo la razón cuando más razón tengo, y es lamentable. Lamentable para mí la primera porque me dejo llevar por un impulso o por una necesidad, pero impulso propio o propia necesidad no dejan de ser una sinrazón en el concepto comúnmente aceptado por el entorno cuando el entorno es mucho más que una misma. El entorno siempre es mucho más que una misma aunque una misma lo ponga habitualmente en tela de juicio. Que pena, ¿verdad?
Siempre parece haber una cierta parafernalia en todo, una especie de liturgia repleta de incienso capaz de enturbiar la escena y hasta de saciar la respiración, un ceremonial previo y aparentemente necesario e imprescindible. Todo termina siendo simplemente papel de celofán o fuegos fatuos. A nadie le importa un bledo la angustia de nadie. Es demasiado crudo y directo, demasiado personal, difícil de asimilar sin perder pie o al menos la compostura, y dios nos libre de perder la compostura. ¡Hasta ahí podríamos llegar! ¿Qué iba a ser de nuestro mundo que se sustenta de imágenes comúnmente – iba a decir aceptadas y a lo mejor no es esa la idea cabal, y lo es la de - asumidas sin más, de palabras grandilocuentes y huecas y de conceptos aparentes? A lo mejor es verdad y nos importa un bledo lo que pueda haber tras su apariencia, y es simplemente la apariencia lo que concede prestancia a nuestra endeblez. Tal vez sea así y no haya vuelta de hoja.
Sí. Quedémonos en los preliminares. Quedémonos en lo aparente, en lo posible sea cierto o no, en lo cómodo, en lo que no nos obligue a poner en duda nada y se asuma porque se acepta sin más, por simple roce. Rechacemos todo lo que nos obligue a algo más, incluso rechacemos la contundencia de lo que parece verdad pero carece del glamour necesario.
Terrible. Toda la vida intentando decir algo coherente, y cuando creo saber lo que quiero decir me percato que me falta eso, lo que daría consistencia y credibilidad a cualquier noticia banal transmitida en papel couché.
Y yo mientras intentando justificarme simplemente por tener la impresión de que a lo mejor no estoy del todo equivocada. Terrible, si. Seguramente me sobran razones. Pero ya se sabe que lo que vende no es eso. ¿A quién le importa la verdad? Y sobre todo, ¿para qué sirve más allá de ser capaz de incomodar a espíritus sensibleros y débiles?
Siempre parece haber una cierta parafernalia en todo, una especie de liturgia repleta de incienso capaz de enturbiar la escena y hasta de saciar la respiración, un ceremonial previo y aparentemente necesario e imprescindible. Todo termina siendo simplemente papel de celofán o fuegos fatuos. A nadie le importa un bledo la angustia de nadie. Es demasiado crudo y directo, demasiado personal, difícil de asimilar sin perder pie o al menos la compostura, y dios nos libre de perder la compostura. ¡Hasta ahí podríamos llegar! ¿Qué iba a ser de nuestro mundo que se sustenta de imágenes comúnmente – iba a decir aceptadas y a lo mejor no es esa la idea cabal, y lo es la de - asumidas sin más, de palabras grandilocuentes y huecas y de conceptos aparentes? A lo mejor es verdad y nos importa un bledo lo que pueda haber tras su apariencia, y es simplemente la apariencia lo que concede prestancia a nuestra endeblez. Tal vez sea así y no haya vuelta de hoja.
Sí. Quedémonos en los preliminares. Quedémonos en lo aparente, en lo posible sea cierto o no, en lo cómodo, en lo que no nos obligue a poner en duda nada y se asuma porque se acepta sin más, por simple roce. Rechacemos todo lo que nos obligue a algo más, incluso rechacemos la contundencia de lo que parece verdad pero carece del glamour necesario.
Terrible. Toda la vida intentando decir algo coherente, y cuando creo saber lo que quiero decir me percato que me falta eso, lo que daría consistencia y credibilidad a cualquier noticia banal transmitida en papel couché.
Y yo mientras intentando justificarme simplemente por tener la impresión de que a lo mejor no estoy del todo equivocada. Terrible, si. Seguramente me sobran razones. Pero ya se sabe que lo que vende no es eso. ¿A quién le importa la verdad? Y sobre todo, ¿para qué sirve más allá de ser capaz de incomodar a espíritus sensibleros y débiles?
1 comentario:
Desgraciadamente todo empieza ahí: "a nadie le importa un bledo la angustia de nadie". Me llama la atención la elección que ha hecho del sustantivo: angustia precisamente, no desgracias, problemas, contrariedades… Angustia resulta más revelador, el final de un proceso, el trámite último de la desesperación humana cuando uno ya se contempla desarbolado y roto y no fabrica un solo pensamiento positivo. La angustia es incluso más mental que física, pero deshace los nervios como azúcar en el café. Y si llegados a ese punto uno toma consciencia de que no es motivo del interés o la preocupación ajena, entonces la angustia crece, se agiganta hasta convertirse en ensañamiento. Está tu angustia y la liviandad de tu prójimo que pasa de tu trance. Terrible de verdad.
Me recuerda la imagen desolada de Asterión, perdido en la soledad de su diferencia, inventando juegos donde otro Asterión idéntico a él corretea por el laberinto. Pero al menos a él le es dado saber que existe su redentor, Teseo. ¿Será la angustia la propia redentora del angustiado?
A lo mejor a estas alturas este texto ya ha perdido la compostura de la sensatez y el sentido común. Tampoco me preocupa. Escribo movido por impulsos y procuro no domesticarlos. No es bueno canalizar la rabia, el asco, la rebelión propiciando mensajes civilizados y perfectamente asumibles por los otros. Si a veces se pierde la razón con los devaneos febriles de un impulso irracional, eso tampoco tiene por que ser malo. Concluir que los otros, su existencia real o ficticia, tengan que limar las pulsiones propias es entregarse sin luchar, claudicar, sentarse a escribir lo que no te nace por dentro.Sobre todo cuando a los otros les importa una higa tu devenir. Para eso es mucho mejor establecer el silencio como referente. Silencio de corderos, desde luego.
A veces pienso que el entorno es la cicuta de la vida. Otra tragedia más, opresiva y enfermiza, que aceptamos como parte del despojo emocional en el que caemos cuando se nos atosiga.
Tres Furias del Hades: el entorno, la compostura, la apariencia. Tres enemigos del orgullo, la pasión, la rebeldía ante la injusticia.
Supongo, admirada Isadora, que el polo opuesto de su imán lo ha depositado al final de su texto cuando hace la pregunta: ¿a quién le importa la verdad? No entro en la réplica fácil de caer en divagaciones absurdas sobre la naturaleza de la verdad, sobre sus valores absolutos o relativos. Supongo que se refiere a la verdad frente a los otros, y por eso intuyo que una vez más importa un bledo a esos otros, a casi todos ellos menos, según usted, a los espíritus sensibles y débiles. No sé si hay un afán peyorativo en esa calificación suya o tan sólo se limita a describir el gesto de esa realidad. Ya me lo dirá si se tercia.
A mí me sigue admirando su ingesta de paradojas, lo mucho que debe relamerse cuando pasan por sus neuronas, como de visita, camino de algún otro lugar.
Por mi parte siempre estoy en el mismo tramo de escalera y cada peldaño es un escándalo más de indignidad y asco. Mayor en estos tiempo por mi condición de funcionario, pero esas heridas ya procuro curarlas en otro lugar, pero bajo el mismo luminoso sol de esta mañana.
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