sábado, 20 de febrero de 2010

Sabor a …

¿Puedo quedarme en mi misma? ¿Soy capaz de asumir mi propia realidad sin importarme la opinión de los demás? Seguro que son obviedades, lugares comunes, estupideces con pretensión de fundamentar espacios huecos de mi alma….
A lo peor es eso, la pretensión grandilocuente de rellenar de escombros inútiles espacios huecos. Y si lo fueran, ¿me serviría para algo?
Soy responsable de mis actos, ¡seguro! Soy rea de mis pecados, ¡seguro también! Formo parte de un todo que me importa un bledo, y pretendo consolidar una posición propia en la que, sin embargo, me siento permanente al pairo de tendencias y corrientes ajenas. ¿Cómo sobrevivir a todo ello? ¡Ni idea! Pero, me pregunto: ¿la pregunta correcta se corresponde con el “cómo” o sería más exacta si la formulara para adivinar el “por qué?”.
Por cierto, llevo años buscando un sabor conocido que soy incapaz de localizar. Mi vida se reduce a algo tan tonto como eso: buscar un sabor. ¿La vida se puede reducir a eso: buscar un sabor, un olor, una sensación, un sentimiento, una pretensión, un sueño, un lo que sea, sea lo que sea? Si la pregunta la respondiéramos afirmativamente estaríamos salvados.
Yo ignoro cuál sea la respuesta, y lo peor de todo es que ignoro que ésa sea la pregunta. Simplemente puedo asegurar que llevo años buscando un sabor conocido que soy incapaz de localizar, pero a pesar de ello sigo en mi empeño. ¿No será que a eso se reduce todo?

4 comentarios:

Pombolita dijo...

Claro, el día que lo encuentres o empiezas a buscar otro o, amiga, estás perdida....
A mi me parece que es en la búsqueda donde está el interés.

calimatias dijo...

Por un lado está la presencia apabullante del ser que proclama y se proclama: soy capaz de asumir mi propia realidad… Soy responsable de mis actos… Soy rea de mis pecados… Soy incapaz de localizar ese sabor… Esto último se enuncia en dos ocasiones dado que en esa posible experiencia se valida el hecho de vivir. En ésa u otras parecidas que atañen a un mismo mensaje: un sabor, un olor, una sensación, un sentimiento… Vamos de lo exterior a lo interior en una clara gradación ascendente que encierra una posible jerarquía de valores donde todo cuenta.
Isadora dice: mi propia realidad, mi alma, mis pecados, mi vida, mi empeño. No hay mayor enunciado universal que el que nos atañe directamente sin otra pretensión que cambiarnos o alentarnos a continuar en la búsqueda. Repaso las preguntas de Isadora, siete en total, preguntas corajudas, valientes, sinceras, descreídas que se alimentan del enunciado categórico donde oficia su mundo paradojal: yo ignoro cuál sea la respuesta, y lo peor de todo es que ignoro que ésa sea la pregunta. Y si hay alguien que quiere conciliarme o reconciliarme con el mundo de los otros, con esa cadena fortuita de hermandades que sepa que me importa un bledo, que estoy permanentemente al pairo de tendencias y corrientes ajenas.
Es un texto casi programático y al lector que inicia el curso de este domingo de febrero le da por recurrir a la intuición gratuita una vez más. Cojamos la primera pregunta y la última, la que inicia el texto y la que lo cierra. Nos quedaría lo siguiente: ¿Puedo quedarme en mí misma? ¿No será que a eso se reduce todo? Vana pretensión, supongo. Quedarse en la mismidad extrema. Ya proclamada la libertad de los otros, su escasa participación en nuestro devenir, la nula atracción que ejercen, entonces podemos proseguir con nuestra ejemplar búsqueda. Lo que sucede es que como dice Sirena en su última entrada: No hay debilidad más trágica que la que nos arrebata nuestra independencia, la que borra para siempre la ilusión de control sobre nuestra propia vida. Acaso nuestra vida se reduce a un juego de fuerzas: respecto a los demás, respecto a nosotros mismos, respecto a todo…

Aunque la pregunta madre para este lector de domingo está mediado el texto. Sí, ésa que dice: ¿cómo sobrevivir a todo ello?

Isadora dijo...

Calimatias: Saber el cómo seguramente haría perder enjundia a la contienda. Yo sólo sé el por qué. Y como la respuesta tampoco me parece demasiado inteligente se la evito. Después de haber disfrutado leyendo y releyendo sus reflexiones domingueras no me queda más remedio que felicitarme muy efusivamente, se lo aseguro. Nunca tan poco fue merecedor de tanto. Gracias una vez más.

Isadora dijo...

Rectifico. Merecedor en lo absoluto; sí recompensado gratuitamente con el peso y profundidad y de sus comentarios.