“Si no hay dios, si no hay organizador del Caos, no hay un orden que pueda aceptarse como tal. Entonces el hombre es un ser libre en un universo absurdo donde todo está permitido…” *
Si, si, por supuesto; libertad como sinónimo de rebeldía. Pero rebeldía ¿contra quién? El hombre rebelde lo es en tanto en cuanto hay un orden preestablecido y comúnmente aceptado lo imponga quien lo imponga y proceda de donde proceda. Hay rebeldía cuando hay norma, cuando hay orden, cuando uno decide no seguir la línea recta previamente trazada por terceras personas, si no hay divinidad, legitimadas en razón a otras muchas, con seguridad, sinrazones, pero comúnmente aceptadas o exitosamente, y no quiero utilizar el verbo deber, impuestas; y en ese caso también hay violencia, y la violencia ejercida sobre uno mismo o sobre los demás no deja de ser la negación de la inteligencia, siempre que la inteligencia pueda decidir, por supuesto, ya que no puede hacerlo siempre y bajo cualquier situación. La rebeldía parece ser la confirmación, por tanto, de un orden, y el orden, seguramente, se fundamenta en la creencia de la existencia de una conciencia superior, por más elevada o por comúnmente aceptada. En fin, que atados y bien atados, aunque con la posibilidad, pretensión al menos, de desatarnos para quedar colgando dentro del mismo orden ya convertido en amenaza de sanción, pero sin la consistencia, por muy endeble que pudiera parecer, de la aceptación de buen grado.
Yo al menos creo en la estética y en el gobierno de las buenas formas y maneras. Es más, creo que cada vez creo más y casi sólo en la estética, sobre todo cuando lo que me rodea me obliga a pensar que es difícil que pueda haber algo más, y en muchas, muchísimas ocasiones, eso es lo que ocurre: que nuestro entorno, o aquello que nosotros percibimos de nuestro entorno, que no pretendo ser dogmática, es precisamente eso lo que nos hace percibir. En esos casos o tras esas impresiones, ¿qué menos que dejar al menos una imagen, una sensación, siquiera una atmósfera armoniosa por muy inútil que pudiera ser? Seguramente les podrá servir a otros, y si no es el caso, que posiblemente no lo sea, al menos nos habrá servido a nosotros mismos por aquello de haber sido dueños de algo, aunque ese algo sea tan poco: simple apariencia, aunque eso sí, plenamente consciente. Cuando hayamos perdido, o nos hayan hecho perder o convencido de que hemos perdido nuestra propia coherencia, o consistencia, o nuestra propia imagen, caricatura, seguro, de nosotros mismos, ¿qué menos que sentir que nuestra actuación ha sido, cuanto menos, digna, es decir, cuanto menos estética?
La frase por manida que sea no deja de tener su razón de ser: “ir a la ética por la estética”. Pues seguramente hay algo de ello y el camino no es tan despreciable.
Creo como cree el autor de la frase, – la de “La Bandera Inglesa” -, que nos ha zarandeado a usted y a mí, que efectivamente hay dos caras de una misma moneda, y que ambas nos condenan sin remisión.
Podemos aceptar la mentira, y si la aceptamos, que somos conscientes de ello, lo hacemos con todas las consecuencias y sin posibilidad de error, es decir, la de condenarnos por acomodaticios, por falsarios, por frívolos, por inconsecuentes. O podemos optar por la cara opuesta, por la verdad, esa que nos hará eternamente, pero también infelizmente, libres; con la libertad de saber que jamás nos encontraremos a nosotros mismos, y si nos llegáramos a encontrar seguramente no aceptaríamos reconocernos.
En fin, lo dicho. “¡No va más!”
* Calimatias, replica a “La Bandera Inglesa” en “Una tarde gris”
Yo al menos creo en la estética y en el gobierno de las buenas formas y maneras. Es más, creo que cada vez creo más y casi sólo en la estética, sobre todo cuando lo que me rodea me obliga a pensar que es difícil que pueda haber algo más, y en muchas, muchísimas ocasiones, eso es lo que ocurre: que nuestro entorno, o aquello que nosotros percibimos de nuestro entorno, que no pretendo ser dogmática, es precisamente eso lo que nos hace percibir. En esos casos o tras esas impresiones, ¿qué menos que dejar al menos una imagen, una sensación, siquiera una atmósfera armoniosa por muy inútil que pudiera ser? Seguramente les podrá servir a otros, y si no es el caso, que posiblemente no lo sea, al menos nos habrá servido a nosotros mismos por aquello de haber sido dueños de algo, aunque ese algo sea tan poco: simple apariencia, aunque eso sí, plenamente consciente. Cuando hayamos perdido, o nos hayan hecho perder o convencido de que hemos perdido nuestra propia coherencia, o consistencia, o nuestra propia imagen, caricatura, seguro, de nosotros mismos, ¿qué menos que sentir que nuestra actuación ha sido, cuanto menos, digna, es decir, cuanto menos estética?
La frase por manida que sea no deja de tener su razón de ser: “ir a la ética por la estética”. Pues seguramente hay algo de ello y el camino no es tan despreciable.
Creo como cree el autor de la frase, – la de “La Bandera Inglesa” -, que nos ha zarandeado a usted y a mí, que efectivamente hay dos caras de una misma moneda, y que ambas nos condenan sin remisión.
Podemos aceptar la mentira, y si la aceptamos, que somos conscientes de ello, lo hacemos con todas las consecuencias y sin posibilidad de error, es decir, la de condenarnos por acomodaticios, por falsarios, por frívolos, por inconsecuentes. O podemos optar por la cara opuesta, por la verdad, esa que nos hará eternamente, pero también infelizmente, libres; con la libertad de saber que jamás nos encontraremos a nosotros mismos, y si nos llegáramos a encontrar seguramente no aceptaríamos reconocernos.
En fin, lo dicho. “¡No va más!”
* Calimatias, replica a “La Bandera Inglesa” en “Una tarde gris”
2 comentarios:
Hay un blog de Eduardo Punset, en la red, entré el otro día a través del de mi amiga PIzarr, y es estupendo. Hay un video con un "monólogo" de Punset, en el que habla de su vida y sus pensamientos.
Dice que este siglo, será el siglo en que los científicos se pondrán a estudiar los sentimientos del ser humano. Dice que el miedo paraliza, hace enfermar al ser humano.
Y dice algo bellísimo...dice que a pesar de que las células se regeneran a través del tiempo, y casi ninguna de ellas, de cuando era un niño permanece, y que todas han sido cambiadas, dice: "¿cómo es posible que aquella infancia forme parte de esta seneptud?.
La diferencia entre los seres humanos, entre su forma de ver la vida, y de pensarla, y de interpretarla, conforme a sus genes, sus circunstancias, su inteligencia, sus capacidades físicas etc...además, de la continua evolución del hombre, desde que nace hasta que muere, ...pues me parece a mí que es la causa de la necesidad (que a mí me encanta) de expresarse, comportarse, adecuarse, socializarse....no estamos solos, por lo tanto, precisamos conectar los unos con los otros.
Feliz domingo Isadora
Creo recordar que el nihilismo se sustentaba en el hecho del vacío cósmico. El hombre usurpaba el lugar de dios. Fue Nietzsche quien dijo: dios ha muerto y todo está permitido. Después, cuando el existencialismo se apropió de las carteleras literarias el hombre acababa de salir de la sangría de la segunda guerra mundial y observaba un desolador panorama a su alrededor. Conclusión: El mundo no estaba bien hecho. Puro caos. Todo era absurdo. Además no se podía aceptar el consuelo de la divinidad porque dios, la imagen bondadosa del ser superior, no hubiera permitido nunca semejantes atrocidades. Dostoievski ya lo había tratado en su magistral capítulo de Los hermanos Karamazov: “El gran inquisidor”. Hay como una cadena de acontecimientos que van del ruso al filósofo alemán hasta aterrizar en Sartre y Camus.
La auténtica rebeldía se ejercita hacia dentro de uno mismo. Ya no se trata de la lucha mitológica de Zeus contra los titanes. El hombre está solo en un universo sin sentido. No debe rendir cuentas ante nadie más que él mismo, de ahí la importancia de la moral.
Nietzsche dijo una cosa tremenda: “Un día se dejará de hacer el bien por razones morales”. Es una frase a la que vuelvo cuando observo lo que hay alrededor. Luego me pongo a revisar mi conciencia y me pongo a temblar. Aún aceptando la existencia de la divinidad en cualquiera de sus nombres, “vivir sería, como dice Kertész en “La bandera inglesa”, un favor que le hacemos a Dios”.
Creo como usted que las formas son importantes. A veces lo son todo.
Veo gente alrededor mío y me pregunto por qué yo no puedo ser uno de ellos que llevan la felicidad impresa en la cara. Luego me digo que uno no elige lo que siente ni cómo lo siente, pero con eso no me deshago de la pura y desnuda emotividad a flor de piel que me zarandea y me hace caminar por la vida en permanente estado de ebriedad nerviosa. Aunque, amiga Isadora, usted ya ha reflejado el destino de esa impresión al final de su escrito.
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