sábado, 14 de marzo de 2009

No, si ya se ¡que no!

Haber podido conocer a Aurora, esa señora de México que además ha tenido a bien morirse a tiempo para no llegar nunca a convertirse en una molestia, seguramente es lo único realmente acertado de toda una vida, que es vida por la propia contestación a ella, que, por contestación y nada más, la hace más áspera y molesta, por supuesto, pero a la vez y sobre todo por encima de ello, más real, más autentica, más conforme con nuestra naturaleza pecadora, esa, que según nos dijeron, estamos purgando desde el principio de los tiempos.
Yo, para mi desgracia, no he llegado hasta el momento a conocer a mi Aurora, la del Rosario, la que como a todo ser humano que se precia me debía haber correspondido conocer por lo menos para haberme sentido real, y comprometida, e, incluso, hasta útil, tan sólo portando mi botellita llena de agua del Cantábrico, con el riesgo que ello conlleva de sufrir una galerna en el interior del bolsillo. Pero a lo que iba, que para hablar de galernas ya están los marineros de toda la vida que se las suelen tener y mantener con ellas que da gusto, y yo me hubiera ahogado a las primeras de cambio incluso en el charco más superficial de mi calle cuando caen cuatro gotas. A lo que iba, repito. Jamás conocí a la razón de mi ser, ni tan siquiera a la razón de mi estar, pero no me importó demasiado precisamente porque no me conformé ni me conformo con ello y aún me quedan arrestos para seguir demandándome respuestas claras, que no exactas, a preguntas ambiguas y confusas. Yo no guerreo con nadie y mucho menos aún contra nadie; lo primero porque peco de soberbia enfermiza y lo segundo porque soy un ser humilde de corazón consciente de lo anterior. Pero sea como sea guerreo y seguiré haciéndolo para llegar a alguna parte, sea esa parte la que sea, que no llego a saber a ciencia cierta cuál pueda ser, pero en ningún caso me gusta dejarme llevar, y menos aún ir por ir, que diría el cómico al uso.
Ya sé que me alimento casi siempre de lugares comunes (querida Ginebra). Ya sé que es más fácil nadar en la misma dirección de la corriente. Incluso sé que seguramente ser una misma es una ordinariez, y pretenderlo una pretensión absurda, incluso que seguramente ni siquiera sé que es ser una misma, pero…. Quiero seguir pensando por mi misma, y equivocándome por mí misma, y no quedar obligada a comulgar con ruedas de molino, ni a cerrar los ojos para no ver, y, aún mucho menos, a convertirme en dúctil con la pretensión de que la utilidad está en la uniformidad y nada más. Que no, al menos ¡dejadme la esperanza! ¿Esperanza fundamentada en un sueño imposible? ¿Esperanza que surge como un champiñón en el estercolero de la mentira? Y sobre todo, ¿esperanza para qué? Ni idea, a lo peor para resistir al ataque primaveral de las gramíneas, enemigas del pueblo. ¿Qué se yo?

PD. Perdí el norte con el comentario del Rey del metro, y como la carne es débil, pues eso… ¿Inconsistencia? Si, ¡inconsistencia!

9 comentarios:

calimatias dijo...

Mi admirada Isadora, es prácticamente imposible no estar de acuerdo con usted en esa declaración de intenciones que es algo más que una mera declaración. Se diría que es como un dogma de fe personal nada dogmático, por contribuir a su mundo de paradojas.
Me solidarizo con la propuesta que hace encaminada a hacernos sentir personas de bien que creen en las diferencias, que buscan denodadamente lo que no encuentran, pero siguen fieles en su proceso de búsqueda. Personas que huyen de la fábrica de sueños colectivos porque no se creen esa melodía.
Su anhelo es fácil de compartir aunque no tanto de asumir. Tener un pensamiento propio, o que pase como tal, y además no pretender tener razón, ser uno capaz de equivocarse al pensar por sí mismo… Vivimos en un mundo cargado de complejos. La disidencia está mal vista hasta en el cine.
Me inclino a suponer que cuando habla de lugares comunes lo que está manifestando es que los grandes enigmas de la existencia, de tan cotidianos y obsesivos, son ineludibles para una persona emotiva susceptible de interrogarse cada día sobre ellos.
El cloroformo de la uniformidad, como el mito del buen salvaje, deja de serlo cuando se entra en contacto con los muros del yo individual. Lo que pasa es que muchos necesitan sentirse parte de una colectividad por grosera o estulta que sea. Romper las amarras de la civilización impuesta, vestida de uniforme, no es antisocial, tampoco un rasgo de soberbia. De seguro que se vive más incómodo, se sufre más y los beneficios, de haberlos, no son tangibles. El buen salvaje cuando penetra en la sociedad y es reeducado para subsistir en ese otro medio pierde su innata costumbre de valerse por sí mismo y aprende pautas de conducta que en el otro lugar eran irrelevantes y hasta ignoradas. ¿Qué gana a cambio?
Deduzco que ha querido reafirmarse ante sí misma y nos lo ha ofrecido de paso. ¡Dejadme la esperanza!, grita casi al final de manera anhelante. Y, ya ve, más que la que viene de fuera y emanada de los otros, que es también necesaria, está la que nada por aguas profundas de nuestro interior y que no siempre se manifiesta con claridad, como en alguna leyenda de Bécquer.
Me encanta su ironía. Es una pauta de comportamiento que siempre he creído que eleva a sus practicantes sobre el resto de los mortales. No la elevación de la levitación mística sino una altura moral, de persona capaz de reírse de sí misma. Está bien que nos tomemos en serio si somos capaces de distraernos por un rato de nosotros mismos y hasta de burlarnos del ser que supuestamente somos.
Bien, creo que también he perdido el norte, pero le aseguro que estas tierras gallegas embrujan desde la primera luz del amanecer.

Isadora dijo...

Tengo que volverlo a leer. Le aseguro que engorda mi ego. Por el momento lo urgente, y lo digo con cierto temor, es que salude de mi parte a Niebla si aún es posible

calimatias dijo...

Isadora, salimos a disfrutar de un domingo luminoso. Pero antes iremos a ver a Niebla. Todos los días pasamos a verla. Allí sigue, confinada y triste. Ayer mismo una señora que paseaba a su perro por los jardines cercanos nos contó que el dueño se negaba a regalarla. Incluso le han ofrecido dinero pero no quiere saber nada. Ya es difícil no saber nada cuando las pintadas siguen sobre el muro, pero él parece ajeno a todo. Dentro de poco tendremos la triste celebración de un año en estas circunstancias.
y lo peor de todo es que la gente no se atreve a denunciarlo porque creen que la mataría de inmediato.
Ya ve, los animales están fuera.
Niebla te mira con esos ojos de hielo y prefiere una caricia a través de la valla que cualquier resto de comida que le lleves.
Ya ve.

Isadora dijo...

No sólo veo, sino que lo tengo presente. ¿A qué más aspiramos los humanos que solemos aspirar a algo más? Pues a eso; a que se nos tenga en consideración; a que se nos respete nuestro metro cuadrado; a que se nos reconozca nuestra presunción de inocencia; a que se nos deje ser nosotros mismos aunque nosotros mismos no valgamos la pena en el concepto oficial de las personas y hasta de las cosas.
Lo dicho, salude de mi parte y como se merece a Niebla. Por lo que me dice ella mantiene al menos su dignidad seguramente, incluso, sin saberlo, y es que la naturaleza es la naturaleza, lo demás suele ser la acomodación inteligente a lo práctico. Que pena, ¿no?

Cuando algún día me pierda, búsqueme en Galicia, seguro que allí me encuentra

mangeles dijo...

Buena suerte...y le deseo lo mejor de lo mejor. Un gran beso

El Rey del metro dijo...

No desteñir de verde la esperanza; que nada sea así ni empareje la experiencia de cosa cierta. Ni distinta a lo que nace y no repara en nada, menos sabe de añoranzas. Nada visto por ojos en ciernes de templanza ni un abrir primero a trompicones de nostalgia. Nuevo sin saber qué lado de todas las aristas herirá primero. Que reverbere y parezca nueva, almacene el fruto de un amanecer carente de promesas. Ni aconteceres a medio pelo sino destino nada manifiesto que adolezca de aire y radique en puertas. Que deje de respirar por lo vivido y acopie lo que huye con nosotros por serlo para estrellarse distinto; volar sin lastre de ojos que no hacen falta: la perplejidad sobre todo de lo nacido por olvidado en lo vivido; de lo que nunca cupo en el vacío. De lo servido por lo comido el alma que llaman vida y es fuego; se agazapa en la conciencia, lagarto que sale por los ojos pillados en falta. Lo que nunca cupo en el vacío y el furor de perpetuar una consigna de alas melladas. Parapeto que impide ver el otro lado: Allá radica la esperanza siempre vestida de blanco.

Ginebra dijo...

Pero mujer ¿quién le quita la esperanza?

Isadora dijo...

Mi envidiado* Rey del metro. Seguro que tiene razón y la esperanza sea eso que nos dice y que yo no sé si acierto plenamente a descifrar. Quizás sea, como imagino, una ensoñación con su punto de rebeldía y su aquel de contradicción perfectamente aderezada, como en su comentario, con un puñado de palabras acertadamente escogidas. Le reconozco mi supina ignorancia y que no sé ni para bien ni para mal, porque simplemente no sé, qué pueda ser, y es por ello, quizás, por lo que termino todos mis escritos apelando a ella. Es un tic, seguro. Es la pretensión inconsciente de quitarme de en medio sin herir a nadie, ni siquiera a mi mismo. Es la ilusión de creer poder pintar todo de otro color, aunque no sea ni verde, ni blanco, simplemente de otro color, y saber, a la vez, que nunca llegaré a molestarme en averiguar qué color pudiera ser el acertado. Tal vez sea, simplemente, la forma de poder terminar un escrito para no dejarlo inconcluso y meciéndose peligrosamente en la cuerda floja de unos puntos suspensivos, o negociar el punto y aparte que me permita vislumbrar un horizonte sin tener que tropezarme de golpe con la dura pared del punto y final.
Ni idea, está claro. En todo caso siempre me encantó la desnudez áspera de Miguel Hernández, de quien tomé prestada la súplica “¡dejadme la esperanza!” En él todo era tierra, pero cuando decidía volar, volaba, y yo me he ido de paseo muchas veces tras él.


* Pude haber escrito perfectamente “admirado”, pero no me atreví; la envidia, me temo, nace más a flor de piel.

tequila dijo...

Buenas:
vengo a gradecer su comentario que me ha permitido encontrar su blog.
Besos :))))