sábado, 19 de junio de 2010

¡Así es la rosa!

Todo se reduce a no alzar la voz. A mirar a otra parte cuando fuera imprescindible mirar y además de mirar ver. A etiquetar a los demás, si es necesario relacionarse con ellos, negándoles en cuanto pudieran tener de sí mismos y alejándolos de una o asumiéndolos como propios en cuanto pudieran restar o sumar a la idea preconcebida y ortodoxa de la vida –, razón de ser de todas las cosas, - aun cuando sólo sea eso, una simple idea y, para colmo, preconcebida en el mejor de los casos, ya que en el peor pudiera ser heredara, impuesta, implantada en lo profundo de la conciencia como única tabla de salvación o como formula magistral o ungüento mágico para remediar o paliar las consecuencias negativas del sin fin de calamidades que significa pretender sobrevivir sin salvavidas o vaya usted a saber cómo.
Maniqueísmo puro. Sólo eso. Todo se reduce a intentar facilitar la capacidad de asumir o digerir las cosas de la vida, porque la vida ya no es un cúmulo sensaciones, ni de impresiones, y mucho menos de emociones, y tan sólo se reduce a ser eso, la suma de cosas que la perfilan en el concepto más o menos plástico y televisivo de nuestros modelos vitales, que nunca somos nosotros mismos, a los que seguimos y perseguimos como gurús de nuestra propia realidad. Todo se reduce, - digo,- a facilitar las cosas de la vida para que tales cosas, sirvan o no sirvan, al menos no nos molesten o desestabilicen más de lo que lo estamos habitualmente sin percatarnos de ello, que no deja de ser una suerte.
Lo dicho, todo muy simple, muy fácil y muy cuadriculado para no hacernos pensar demasiado. Buenos o malos. Blancos o negros. Amigos o enemigos. Y siempre la línea recta mientras no haya que tomar partido, aunque el Partido nos ignore y sólo nos reconozca, condescendiente él, mientras seamos simplemente tontos útiles. Pero el Partido y la partida a la que estamos casi siempre invitados – por la puerta de los invitados prescindibles- sólo son capaces de convertirnos en peones o fichas necesarias para la partida, en convidados de piedra, en parte material pero nunca decisoria e imprescindible de nuestra propia realidad, que en el fondo nunca es propia, y si llegara a serlo lo sería porque no tiene más remedio al no haber otra, porque la realidad es, según parece, lo que es a pesar de nunca ser lo vivido o, al menos, lo pretendido por lo que una se empeñaría hasta las cejas sin nunca saber porqué.

- No, por favor, ni tocarla pese a lo que pese. ¡Así es la rosa!

domingo, 6 de junio de 2010

Si titulo

Me levanto cada mañana con una cierta pereza y su poquito de angustia al iniciar una nueva jornada porque vaya usted a saber lo qué nos pueda deparar el nuevo día por meritos propios o por otras mil razones ajenas, que de todo debe haber. La vida no es nunca tan encefalograma plano como parece ser a priori o como somos –, sin parecerlo,- algunos de nosotros que la transitamos deshonrándola hasta lo inimaginable. Bueno, la realidad es que mi pereza –, una de mis sin razones, - es una peraza artificial y posiblemente poco racional, aunque mi miedo –, la otra de mis sin razones, - responda siempre a distintas motivaciones ciertas y contrastadas por sucesos ya experimentados en carne propia, lo que siempre deja su propia huella guste o no guste. Pero a lo que iba. Me encanta también saber, sea cual sea la razón merecida o inmerecida que lo motivara, que pudiera haber en cada mañana acontecimientos imprevisibles por vivir pese a que yo sea una enferma crónica de la previsión. Una especie de pretensión de querer por querer aun no queriendo y no querer por ser consciente de no merecer por haber hecho siempre las cosas medianamente bien o como dios manda o mandaba cuando mandaba, que ahora no parece mandar demasiado. De no permitirme el lujo de dejar flecos sueltos y sin embargo confiar que haya alguno que me permita sufrir, porque es sufrir, que la respiración se me acelere y experimente una especie de ahogo físico que me genere además una cierta taquicardia emocional. Una especie de estar sin estar en ninguna parte pero con la sensación, con su punto de angustia desestabilizadora, de estar en todas las equivocadas y a la vez.
Me da un cierto miedo abrir los ojos, según digo, y es una autentica imbecilidad escribir lo que escribo porque no da demasiado de sí tal cual es mi forma de pensar o de afrontar la realidad y mi confianza última de que algo ocurra, sabiendo como sé que si eso aconteciera siempre sería negativo y desestabilizador. Lo que debiera darme miedo es no abrirlos, que es la otra posible opción, y la verdad es que nunca me ha dado miedo tal posibilidad, total ¿cómo podemos remediar lo irremediable? Y si lo es, ¿para qué perder el tiempo preocupándonos de ello? Seguramente otro día más lúcida hablaré de mi miedo o no a no abrir los ojos, pero hoy no, hoy lo que me motiva en un sentido y a la vez en el contrario es el hecho de abrir los ojos y sus posibles consecuencias, hecho que ya en sí mismo es más que suficiente y se las trae.
Mi vida es la sempiterna sensación de la contradicción y de la inconsistencia transcendente de los inconformistas acomodaticios. Busco con toda mi alma estabilidad, confortabilidad, consistencia, y sin embargo estoy más preparada para lo imprevisible y hasta para lo negativo que pudiera exigirme un mínimo de contestación y reacción. Es como si mi vida me exigiera estímulos permanentes para mantenerme distraída de lo cotidiano y a salvo de la inconsistencia de esa cotidianeidad a la que me refiero. Y lo cotidiano además de satisfactorio, en el concepto general de los conceptos, fuera manifiestamente insuficiente en el particular y propio de los mismos conceptos. En fin, que en este maremágnum de las ideas si fuera más simple de lo que soy podría sentirme medianamente satisfecha por creer percatarme de lo obvio, pero también se han debido percatar un montón de personas antes que yo, lo que les ha llevado, seguro, a convertirse a algunos en ilustres delincuentes, sujetos manifiestamente antisociales, drogadictos en fuga libre y un sin fin de marginados y tarados por decisión propia o culpa ajena, que de todo debe haber, e incluso yo también aunque pendiente por el momento de catalogar.
En fin, que me declaro objetora de conciencia de mi misma, y además anuncio públicamente la próxima convocatoria a una huelga general de la que me voy a enterar con toda seguridad.
Sí, lo dicho; hoy no hay nada de nada y mañana más de los mismo, que para los que somos es más que suficiente. ¿No?

Pd. El silencio es cada vez más espeso y las ausencias más dolorosas.
¿Sirena. Dry Gim. Tequila. Oyana. …? Incluso Gabriel Ramírez, pero él es novelista y ya se sabe que eso obliga a mucho.
A Calimatias jamás le dedique ni una sola palabra, me daba vergüenza y me faltaba consistencia.