Qué curioso es todo. A veces pienso que me paso la vida inventando problemas. Sacando conclusiones tortuosas de situaciones cotidianas. Pretendiendo encontrar la razón de ser de una vida sin sobresaltos. En fin, que me paso la vida intentando justificar mi vida para que no sea un encefalograma plano. ¿Lo consigo? Seguro que no, pero ¿qué más da?, ¡me sirve!... Bueno, tampoco lo sé. A lo mejor sólo creo que me sirve, que parece ser lo mismo.
Mi vida es eso, una serie de acontecimientos que se suceden unos a otros y forman un todo con un algo en común entre ellos, el afectarme de muy diversas formas. Seguro que no entiendo casi ninguno de ellos. Seguro que los asumo tranquilamente porque son simplemente acontecimientos de mi vida, y ya se sabe, una tiene que aguantar carros y carretas porque seguramente es lo que tiene que hacer y son consecuencia inexorable de los propios aciertos y desaciertos. Bueno, no es que los asuma sin sobresaltos o que sean incapaces de producirme ciertas inestabilidades, que sí lo son y sí las producen, es que los asumo porque los asumo a pesar de sus posibles consecuencias, y no hay más que decir.
La vida es lo que es, y la imaginación nada cuenta en esta historia.
La vida es lo que es, y la imaginación nada cuenta en esta historia.
Si, así es mi vida, toda normalidad dentro de un caos aceptable y hasta lógico más allá de la lógica común, que nunca suele ser parecida a la propia. Pero de repente alguien próximo a ti te dice cualquier cosa que no está en tu guión, y, ¡oh!, hecatombe total. Te pierdes. Balbuceas. No encuentras razones porque ignoras las razones. Las palabras son una cosa, pero las palabras casi nunca son razones validas, y sigues respirando porque no hay más remedio, pero tu respiración se entrecorta. Sientes miedo y no por ti, que nunca lo tuviste, sino por ese alguien. Tú ya no eres tú. Has perdido el paso. Te falta suelo bajo los pies, y te das cuenta que tu vida ya no es tu vida, que lo realmente tuyo siempre ha sido una cierta impostura, escenificación gratuita de algo que sólo te roza de lejos cuando en verdad estás dentro de ese algo y en primera persona . Te das cuenta, y que terrible es darte cuenta - posiblemente incluso más terrible que no saber que decir a quien te pide respuestas - que tu vida nunca ha sido tuya de verdad, que estás aquí por los demás, y que como casi todo es ajeno, estás porque no tienes más remedio que estar. Lo dicho, pierdes pie; si pretendes ser inteligente cierras la boca, y si además eres más humana de lo que crees ser: escuchas, escuchas, y sigues escuchando, pero sin rechistar, que no es nada fácil. Seguramente es la única terapia valida para los demás, porque lo que es para ti…. Tú te adentras en un mar bravío que acrecienta tu impotencia, aguas desconocidas y oscuras. Y entonces sí, entonces todos los sobresaltos del mundo caen sobre tus espaldas.
Que difícil es llegar a entender que lo mío es no entender casi nada.