¿Qué aspiras para el futuro?
Que no, que para nada voy a hablar de la felicidad. Que la felicidad de cada cual es de cada cual y mejor no deshacer el encantamiento que pueda haber en cada historia. De la felicidad colectiva mejor ni hablar, más que encantamiento es, simplemente, cuestión de marketing, mensaje televisivo, cortina de humo para enmascarar problemas reales. Que no, que de felicidad no voy a hablar, lo aseguro, pero sí voy a tratar de hacerlo de aspiraciones, de sueños inútiles, suponiendo que pudiera haber algún sueño útil, de vanas aspiraciones. Quiero escribir de lo que no será, y que nunca llegue a ser no es razón suficiente para dejar de escribir de ello, a fin de cuentas sólo soñamos en lo que sabemos que no será, y nos permitimos perder el tiempo en fantasías inútiles, esas que pintan, mientras soñamos, nuestra realidad de colores rutilantes capaces, incluso, de herir nuestra propia sensibilidad a poco que pudiéramos ser medianamente sensibles; esas que, sabedores que son totalmente imposibles, nos incitan a ser más conscientes y consecuentes con nuestra realidad, que no dejará de ser nunca la negación de la aspiración y de la fantasía que nunca podremos permitirnos.
Pero a lo que iba. Ayer me atreví a preguntar a alguien, persona a la que quiero y de la que no confío, lo reconozco, por que le quiero, y cuando una quiere, lo demás, aunque lo demás sea lo importante, pues, por el sentimiento mismo, deja de ser lo importante, y así nos luce el pelo a los racionales mortales que nos gobernamos por impulsos irracionales. En fin, que, armándome de valor, le pregunté: - ¿Y tú, a qué aspiras para el resto de tu vida?
No reproduzco la respuesta por respeto a quien pudiera leerme. Pero tampoco importa demasiado dicha respuesta. En realidad hacemos preguntas a los demás para no hacérnoslas a nosotros mismos, y como jamás nos formulamos tales preguntas esa es la razón única por la que somos incapaces, gracias al cielo, de tener que formularnos respuestas adecuadas y validas que, seguramente, ni siquiera no importan. A lo sumo obviamos la respuesta de los demás, torcemos el gesto, les despreciamos intelectualmente, y seguimos contentos con nosotros mismos, incapaces de responder estupideces de tal calibre. Pero las preguntas siguen estando donde estaban y las respuestas siguen estando donde no debieran, que de eso debe tratarse todo: de preguntarse y no responder.
-- ¡Dinero! ¡Poder! ¡Sexo! ¡Conocimiento!... ¡Eterna juventud! ¡Familia! ¡La esperanza del más allá! ...
Caray, que cantidad de conceptos y palabras huecas hay. A mi, a fin de cuentas, sólo se me ocurre una tontería más: -- “Alguien que me escuche cuando hablo, que, la verdad sea dicha, es que hablo muy poco, y alguien al que sepa escuchar sin estar obligada a pensar igual que él, y…, si no fuera mujer y las reglas sociales me lo prohibiesen, también una copa en la mano que elimine todos los diques inútiles que yo y mis circunstancias hubieran podido construir a lo largo del tiempo. Sólo eso, un tiempo sin tiempo pero lo suficientemente calido para sentirme a gusto en él.” -- Demasiado, ¡seguro!...
-- “Y tal vez, también, una música de fondo perfectamente escogida que acompañe ese tiempo”.
En fin,… Ya, ya lo sé, pero una es así, y no da para más. ¡Lo siento!
Que no, que para nada voy a hablar de la felicidad. Que la felicidad de cada cual es de cada cual y mejor no deshacer el encantamiento que pueda haber en cada historia. De la felicidad colectiva mejor ni hablar, más que encantamiento es, simplemente, cuestión de marketing, mensaje televisivo, cortina de humo para enmascarar problemas reales. Que no, que de felicidad no voy a hablar, lo aseguro, pero sí voy a tratar de hacerlo de aspiraciones, de sueños inútiles, suponiendo que pudiera haber algún sueño útil, de vanas aspiraciones. Quiero escribir de lo que no será, y que nunca llegue a ser no es razón suficiente para dejar de escribir de ello, a fin de cuentas sólo soñamos en lo que sabemos que no será, y nos permitimos perder el tiempo en fantasías inútiles, esas que pintan, mientras soñamos, nuestra realidad de colores rutilantes capaces, incluso, de herir nuestra propia sensibilidad a poco que pudiéramos ser medianamente sensibles; esas que, sabedores que son totalmente imposibles, nos incitan a ser más conscientes y consecuentes con nuestra realidad, que no dejará de ser nunca la negación de la aspiración y de la fantasía que nunca podremos permitirnos.
Pero a lo que iba. Ayer me atreví a preguntar a alguien, persona a la que quiero y de la que no confío, lo reconozco, por que le quiero, y cuando una quiere, lo demás, aunque lo demás sea lo importante, pues, por el sentimiento mismo, deja de ser lo importante, y así nos luce el pelo a los racionales mortales que nos gobernamos por impulsos irracionales. En fin, que, armándome de valor, le pregunté: - ¿Y tú, a qué aspiras para el resto de tu vida?
No reproduzco la respuesta por respeto a quien pudiera leerme. Pero tampoco importa demasiado dicha respuesta. En realidad hacemos preguntas a los demás para no hacérnoslas a nosotros mismos, y como jamás nos formulamos tales preguntas esa es la razón única por la que somos incapaces, gracias al cielo, de tener que formularnos respuestas adecuadas y validas que, seguramente, ni siquiera no importan. A lo sumo obviamos la respuesta de los demás, torcemos el gesto, les despreciamos intelectualmente, y seguimos contentos con nosotros mismos, incapaces de responder estupideces de tal calibre. Pero las preguntas siguen estando donde estaban y las respuestas siguen estando donde no debieran, que de eso debe tratarse todo: de preguntarse y no responder.
-- ¡Dinero! ¡Poder! ¡Sexo! ¡Conocimiento!... ¡Eterna juventud! ¡Familia! ¡La esperanza del más allá! ...
Caray, que cantidad de conceptos y palabras huecas hay. A mi, a fin de cuentas, sólo se me ocurre una tontería más: -- “Alguien que me escuche cuando hablo, que, la verdad sea dicha, es que hablo muy poco, y alguien al que sepa escuchar sin estar obligada a pensar igual que él, y…, si no fuera mujer y las reglas sociales me lo prohibiesen, también una copa en la mano que elimine todos los diques inútiles que yo y mis circunstancias hubieran podido construir a lo largo del tiempo. Sólo eso, un tiempo sin tiempo pero lo suficientemente calido para sentirme a gusto en él.” -- Demasiado, ¡seguro!...
-- “Y tal vez, también, una música de fondo perfectamente escogida que acompañe ese tiempo”.
En fin,… Ya, ya lo sé, pero una es así, y no da para más. ¡Lo siento!