Reflexión sobre reflexión o ganas de escribir
El final del camino es lo único cierto: ¡indiscutible! Que el camino se acaba a cada instante suele ser, que no necesariamente es, y en todo caso, aunque lo fuera, no lo sería de la misma forma para todo el mundo en el concepto propio de la percepción de las cosas que tenemos unos y otros, otra verdad aceptable. Y que el reconocimiento de esa verdad, la de que el camino tiene un final inexorable a cada instante, tras cada acontecimiento, para convertirse en otro aparentemente el mismo sin llegar a serlo del todo, hace a la autora* de la reflexión sentirse más viva, no lo pongo en duda porque además es un sentimiento compartido. Pero que califique ese impulso de paradójico, eso ya me desconcierta, porque más que paradoja intuyo, al menos en mí misma, la posible única razón que soy capaz de adivinar, y en el peor de los casos: tabla de salvación, confirmación, incluso redención. Mi finitud no me angustia en lo absoluto; mi inutilidad, mis vaivenes emocionales, si es que lo son y no sólo son contradicciones irracionales, mi perdida del tiempo en la contemplación aparentemente inútil, y mi falta de participación activa en la carrera a ninguna parte, eso si me angustia, me angustia tanto como me regocija, y me descoloca; y como me angustia (¿?) y me descoloca tanto esfuerzo para tan poca rentabilidad, en su acepción más economicista del termino, quiero al menos permitirme la esperanza de una cierta coherencia al final del camino, incluso de un mínimo de estética. De que mi vida haya sido algo, sin pretender concretarlo, por lo que haya valido la pena vivir más allá de haberse limitado una a dejar pasar el tiempo, que no es fácil del todo. Que si en ese último instante quisiera mirarme al espejo, que no tendré ningún interés, seguro, pudiera reconocerme: saber que a pesar de tanta derrota sigo estando ahí frente a mi misma, y no me he convertido en una simple caricatura al uso, en un clon felizmente uniformado.
Sueño con esas miradas, caricias y sonrisas a las que se refiere mi admirada Sirena. Por supuesto que no voy a renunciar a ninguna de ellas, o por lo menos a las que mi propia cortedad y poquedad no me obliguen a renunciar; pero formaran parte de su momento, me harán mejor y estar más viva cuando las disfrute, y nos despediremos cuando me digan adiós, sin aprisionarlas en los fondos de un cajón olvidado. A lo peor incluso las lágrimas son más duraderas.
Usted me regaló unas palabras de M. Hernández y yo le corresponde con otras que tomo prestadas del Rey del metro:
"Qué poca cosa es quien piensa que ha logrado algo en la vida. A la vida no se viene a lograr sino a saber de qué se trata: … De una palabra depende que te sientas vivo o muerto."("El rey del metro")
* Sirena Varada: In Memoriam